miércoles, 27 de julio de 2011

EL MUSEO MAGRITTE

  1. Tengo la impresión de que, para el turista recién llegado, Bruselas ofrece más dificultades que otra ciudad europea. Todas las indicaciones están escritas en dos idiomas -el primero, en caracteres muy largo, escrito en flamenco y el segundo, casi invisible al lado del primero, en frnacés- y las estaciones de metro parecen querer despistar al paseante con las salidas y las entradas.
  2. Por eso no sorpende mucho que, para acceder al museo Magritte, haya que comprar el billete de entrada en un edificio, ingresar por el sótano de otro y comenzar el recorrido por la tercera planta. ¿Será un homenaje indirecto, casi irónico al famoso pintor surrealista belga?.
  3. El museo está muy bien planteado. Hay una selección excelente de cuadros y dibujos del artista, más muchas frases que intentan atrapar la personalidad de un hombre original y poco respetuoso con las tradiciones aunque su pintura, desde un punto exclusivamente técnico, sea muy tradicional, casi académica.
  4. Sus opiniones son categóricas. "Está prohibido, según mi doctrina, bajo pena de imbecilidad, prevenir nada. Lo que haré en todos los dominios es imprevisible hasta la aparición de una imagen poética relevante". Las fotografías muestran a un hombre pulcro, siempre bien vestido e igualmente cuidadoso a la hora de elegir los títulos de los cuadros. En una época donde casi todas las pinturas llevan el mismo signo -ST, sin título-, Magritte se esmera en buscar nombres poéticos, asociaciones que poco tienen que ver con lo representado. "La melancolía de un buen día", "el vértigo de lo real", "el canto de la tormenta", son sólo algunos de ellos. Sólo con eso se podría escribir un poema o titular una poesía. 
  5. Al salir, después de comprobar, cómo en todo un arco vital apenas hay variaciones en su manera de enfrentarse al lienzo, veo en el díptico del museo el anuncio de una tienda de artículos de bellas artes que vende, como producto estrella de la temporada, el Azul Magritte. Y repasando mentalmente tantos cuadros, en casi todos aparece una zona tocada por ese color frío, invernal, misterioso: ese azul que ha sido bautizado con el nombre del artista.  Salgo al invierno, al misterio de Bruselas.

ESTO ME SUENA

  1. Llueve en Bruselas y hace algo de fresco. Parece que toda Centroeuropa siga en invierno. Después de visitar por la mañana dos o tres museos de Bruselas, apetece tomar el tren sin importar mucho el destino. En la Gare de Midi tomo el primer tren que sale hacia Lieja. Como no logro comectarme a internet, la wikipedia no me da pistas de lo que puedo o debo ver.
  2. El viaje en tren -éste va casi vacío- ya compensa. El paisaje es llano, muy verde, apenas hay construcciones modernas, todo parece detenido en el tiempo. Luego, al aproximarse a las estaciones, aparece algún edificio alto, algo que hace sentir que estamos en el año que estamos.
  3. En Lieja la sorpresa es mayor. La estación donde me bajo es enorme, moderna, blanca, de línas muy puras pero ... esta estación ya la conozco, aunque jamás haya pisado esta ciudad. Adivino algún nombre. La estación por dentro sigue siendo blanca, demasiado espaciosa. Voy a la oficina de turismo situada en el lateral de la estación. Pido un mapa de la guía y le pregunto a la amable señorita quién es el arquitecto. Con dificultad me responde: Santiago .. Y ya no me queda duda: otra obra de Calatrava. Le digo que es una construcción muy hermosa y ella me contesta con un silencio cargado de escepticismo.
  4. Repaso las líneas de la estación. En foto quedan muy bien, tomo apuntes de las mismas con la plumilla y con el lápiz carbón, mas luego reflexiono un poco: ¿qué pueden tener en común lugares como Bilbao, Sevilla, Venecia, Valencia, Madrid para que todas reciban la misma respuesta arquitectónica?. Nada, sólo la decisión del aquitecto de imponer su gusto o su marca. En esta ciudad, tan invernal incluso en julio, tener un blanco tan poderoso, una sensación de ser completamente exterior, puede ser un consuelo, una inyección de ánimo, pero ¿se ha pensado en el pasajero, en el ciudadano que se desplaza de esta ciudad a otros lugares?. Lo dudo pero en algo acertó Calatrava: con sólo apearse de un tren, por poco que se sepa de arquitectura, se reconocerá ipso facto su estilo.
  5. Me quedo una hora en Lieja. No parece ser una ciudad que enamore a primera vista como Gante o Brujas. Más bien parece una ciudad algo gris con una estación de tren demasiado blanca.

lunes, 18 de julio de 2011

DEMASIADA FELICIDAD

DEMASIADA FELICIDAD

Así se titula el libro de relatos de Alice Munro que traje para hacer compañía a la antología de Pessoa, que me ayuda en el día a día; la lectura de un relato la reservo para un viaje de más de dos horas. Un libro duro y hermoso que habla de las tragedias cotidianas desde un prisma diferente en el que caben la ternura y el humor. Así, rebosante de felicidad, me sentí ayer en París, sin hacer nada especial. Hoy, 14 de Julio, fiesta nacional francesa, me dirijo en tren a Vernon para tomar allí un autobús que me acerque a Giverny y al jardín de Monet. Luego, parece que hay sombras de huelga, si todo sale bien, continuaré hasta Rouen, lugar bien querido y pintado por Monet -sobre todo su catedral a diferentes horas del día- y regresaré a París a las ocho para ver algo de las celebraciones, sobre todo el espectáculo de fuegos artificiales en el Campo de Marte.
Ahora hablaré de la felicidad de ayer. Pateé París sin ser consciente de los horarios, haciendo dibujos en las calles, en los museos, aprendiendo poco a poco a controlar la línea, a estructurar el espacio comme il faut. Fui atrevido: del Louvre me centré en la maravillosa colección de pintura italiana. El museo, convertido casi en un centro temático del arte -su librería asegura ser la mayor en libros de arte de toda Europa- estaba abarrotado de gente de los cinco continentes pero en las salas italianas daba igual: para la mayoría sólo existía un cuadro -cercado y custodiado como el bien más preciado- y la gente plantaba las cámaras poniéndose de puntillas para captar parte de la Mona Lisa o La Gioconda -pronunciada de todas las maneras posibles. Como si se tratara de Angelina Jolie sonriendo urbi et orbe saludando desde una imaginaria alfombra roja a los fans de todo el mundo, una Angelina muy bajita, de ahí las contorsiciones, protestas por los golpes involuntarios que se propinaban sus admiradores. Como a mí me interesaba Mantegna, los otros magníficos Leonardos y los primitivos italianos-tan modernos y revolucionarios pese a haber pintado hace más de cinco siglos- no tuve problemas de concentración. De vez en cuando alguien se acercaba a ver la marcha de mi dibujo; algunos me animaban: se ve que aquí se respeta más a los que dedican unas horas a trazar unas líneas sobre el papel.
El cielo estaba muy hermoso, cuajado de nubes y a punto de llover pero se portó bien. En el Museo de Orsay, ante la imposibilidad de verlo todo, me centré en los pasteles de Degas, tan misteriosos, con esos encuadres que parecen adelantar los cinematográficos.
Y los paseos por los parques, la vista hermosísima de casi todo París desde la terraza del quinto piso del Centro Beabourg-Pompidou. Los árboles, la casi ausencia de vigilancia visible en los museos, la buena y sencilla comida -esa tarta caliente de cerezas-: ¿no puede ser la felicidad algo muy parecido a eso?. 

DETECTANDO PROBLEMAS


-Llevo dos días viajando en tren, viendo paisajes verdes que vienen hacia mis ojos con mayor o menor velocidad-dependiendo del tipo de tren, atravesando durante unos instantes pueblos donde, de no ser por los cables eléctricos o las antenas de televisión, el tiempo parece haberse detenido, disfrutando con lo que da el día, pero encontrando dos malditas palabras al intentar iniciar la conexión wi-fi del ordenador: “detectando problemas” seguido del mentiroso: “resolviendo problemas” -algo que nunca ocurre- y confiando en que a la llegada al hotel, sí pueda reestablecer el vínculo, hacer llegar estos fragmentos del blog.
-Hoy he tenido madrugón pero he podido conocer una de esas ciudades que, por su tamaño reducido o por su ubicación en el mapa podría ser una de esas que describió Italo Calvino en Las ciudades invisibles. Luxemburgo.
-Una ciudad vista en tres horas lo que impide hacer una recensión severa. Su emplazamiento hermoso la divide en dos mitades: la ciudad baja -donde hay casernas, jardines que parecen enterrados bajo tierra y el pequeño casco antiguo en la parte alta. Allí las guías destacan dos construcciones: la catedral y el palacio ducal que tienen algo de simulación: construcciones neogóticas que pudieran ser decorados de película o elementos de attrezzo. Nada apasionante, tampoco nada molesta o irrita al visitante en una ciudad donde los habitantes hablan francés con acento flamenco y anuncian la proximidad a Holanda. Oigo palabras portuguesas y veo bancos de esa nacionalidad lo queme indica que existe una presencia notable de emigrados lusos.
-Aún falta una hora de tren -mas, de momento, estas treguas son placenteras- antes de llegar al centro de Bruselas y buscar un hotel que no quede muy lejos de la estación central. Y, tras el mínino descanso y la descarga de bultos y maletas, el acto de comprobar si la ciudad que recordamos de anteriores viajes guarda sus esencias o las ha perdido; elegir tres o cuatro puntos -viajo sin guías de viaje, me oriento por recuerdos o sugerencias locales-pues pretender abarcarlo todo a la japonesa es agotador e inútil.

viernes, 15 de julio de 2011

EN BRUSELAS CON CHOCOLQTE Y MOULES

Despues de la fiesta parisina de ayer, hoy pare en Luxemburgo que por algun momento crei aue era una de las ciudades invisibles de Italo Calvino, pero finalmente existe. No es deslumbrante, parece una aseada y ordenada ciudad de provincias. Mas tarde al entrar en Bruselas, tambien exageradamente tomada por los turistas, su recuerdo se vuelve mas portatil como el de una ciudad no del todo ubicada.
  • En el tren escribo para el blog, repaso los dibujos pero por algun misterio no consigo conectarme a la red. Por eso he de recurrir a locales casi marginales como el presente para escribir de prisa, sin dominar la posicion de los acentos -confio en que esta sea la unica entrada no acentuada.
  • Dos notas: veo en las caras locales rasgos de los cuadros y pintores flamencos  que tanto me interesan. Una de las chicas de la oficina de informacion podia -juraria aue lo era- modelo de Frans Hals, su cara me resultaba tan conocida como la de un familiar reencontrado con el paso del tiempo.
  • Dos. La gente, todos disparamos fotos al llegar a un sitio tan unico como la Grand Place; Miles, millones de imagenes que se repiten, que nadie sabe que sera de ellas. Y la obsesion oriental por formar parte de esa arquitectura barroca. Muy cerca de alli un dibujante chino en los huesos, mayor, completamente aislado del griterio que le rodea, dibuja con un lapiz minimo, de tonos azulados a un italiano. Doblado como una marioneta en un banquito plegable, estudia sobre todo la linea de los ojos, empieza con trazos casi invisibles que va oscureciendo poco a poco. El retratado va apareciendo en el papel como las fotografias de antes al revelarse. Sento una profunda y sana envidia hacia el; en medio de la avalancha turistica, el hombre de goma se entrega con un rigor de eremita a la tarea de atrapar ese rostro. Los turistas se detienen unos minutos, callados como si no creyeran de todo lo que alli pasa.Luego van corriendo a comprar chocolate;

martes, 12 de julio de 2011

DISCULPAS

Pido perdón: la entrada anterior se ha cerrado repentinamente sin darme tiempo a repasarla ni a concluirla de manera debida. Siemplemente se cerró y nos dejó, a Pessoa y a mí, con mal cuerpo.
  1. Comentaba que la pequeña y misteriosa calle de Venecia desemboca en el Centro Pompidou. Muy cerca hay una magnífica iglesia gótica donde celebran conciertos de música clásica casi todos los días del verano.
  2. Hoy visité el museo Carnavalet que cuenta la historia de la ciudad de manera magnífica. Fotografié la habitación de Marcel Proust, la sala de baile decorada con frescos del hoy olvidado pintor catalán Sert -extraña y contundente pintura-. De allí me acerqué a una de mis plazas favoritas: la Plaza de los Vosgos, en pleno Marais, donde se ubica la casa-museo de Victor Hugo junto a muchas galerías de arte y restaurantes bastante asequibles bajo sus arcos. Una visión fugaz de la actriz Tilda Swinton hizo mover la cabeza de algún parisino, en general poco dados a exteriorizar sentimientos mundanos. Otro museo interesante y poco frecuentado por los turistas, muy cerca de la plaza: el Cognac Jay, una recreación perfecta, mediante objetos de arte y mobiliario, del siglo XVIII.
  3. Mañana continaré, descansado y asumiendo desde el principio lo impepinable: París no se abarca ni en dos días, ni en dos años. Hay que seleccionar, elegir como al dibujar: qué es lo esencial para mí, qué línea o trazo sostiene el misterio de la belleza, del equilibrio. Prometo ser más ordenado e incluír material visual adicional.   

PARIS ESUNA FIESTA Y TODO EL MUNDO HA VENIDO A CELEBRARLO

  • Estoy enParís con el ordenador conectado al enchufe del cuarto de baño -el dueño del hotel decidió en su díano poner un enchufe en lahabitación-y, pese a todos los problemas que dala conexión wifi en otro país y cansado de las doce horas que llevas pateando la ciudad, llega el momento mégico, esequete hace recuperar el orgullo yla fé en las redes sociales:tecleo "pessoa en interrail" y aparecen, puntuales las entradas y algunos comentarios.Bien, la comunicaciónpuede seguir su curso.
  • Ya lo dijo Hemingway: Paris es una fiesta -en eloriginal "una fiesta móvil" y sigue maravillosacon sus paseos, sus calle, pero la primera impresión es que en esta ocasión se han sumado a la fiesta los invitados y los no invitados, los familiares y amigosy los que pasan con la corbata. Miles de gentes -también está el efecto 14 de julio, fiesta nacional por excelencia- mas, con todo, los vagones de metrovan llenos a reventar, las colas para entrar a los museos principales son kilométricas y uno ansiaría tener un París más portátil, más manejable y vacío, pero eso es pedir la luna: el turismo mundial quiere alcanzar esa metade pisar esta ciudad una vezen la vida y en el mundo vamos para7000 millones de habitantes.
  • Olvido las incomodidades, dejo de protestar: soyun privilegiado que viene a París con una cámara pequeña -sólo para sacar cuatro fotos que luego se multiplicarán misteriosamente- y un cuaderno de dibujo para intentar atrapar con cierta  calma algunos rincones entre los miles que regala la ciudad. Es difícil: la tentación de sacar la cámara y disparar es grande, todo es empezar con determinación. ¿Cómo me ha ido? De momento, no me atrevo a enseñar los dibujos, se ve que en eso soy más pudoroso que en la escritur, pero hay pruebas y se darán a conocer a "su debido tiempo".
  • Voy anotando detalles: la mínima calle de Venecia, una de las más pequeñas de París queva a dar al Centro

lunes, 11 de julio de 2011

SOBRE LA NATURALEZA DE LAS MALETAS

                               "¡Qué aire tan suave! Se dijera
                                 que en la vida todo es belleza".
                                  F. Pessoa. Cancionero. Nº 46

  • Antes de hacer un viaje, al viajero se le ocurren asociaciones mentales muy peregrinas. Hoy que tuve mi día de lucha con la maleta, me dio por pensar que los humanos bien podemos clasificarnos en dos grandes grupos: los que dominan el arte de hacer una maleta y los que nos sentimos humillados, doblegados ante la presencia -no digamos ante su cierre- de la misma.
  • Al primer grupo pertenecen ese grupo de privilegiados que saben que el peso debe ir al fondo, haciendo lastre, dejando la superficie para las prendas ligeras. Gentes que hacen, deshacen maletas como quien aparta una hierba. En cualquier circunstancia, sabrán las tres reglas básicas: 1/ qué llevar, 2/ cómo compartimentar el espacio y 3/ hacer de la maleta un lugar donde quepa lo propio, lo ajeno -la biblia que hay en las mesillas de noche de los hoteles, los bastoncillos para los oídos, etc.- y lo adquirido durante el viaje. Y hacerlo sin esfuerzo, como el que goza de buen oído para la guitarra.
  • En el segundo grupo entramos los que tenemos que admitir nuestra insignificancia, nuestra probada impotencia ante ese contenedor de objetos varios, que sufrirá tarde o temprano ese ataque de ira sibilino consistente en hacer la sentada, el salto final para conseguir que la maldita, pero necesaria, maleta se cierre.

  • A mí me gustaría normalizar mi relación con ellas pero no puedo. Por eso, cuando las recojo, maltratadas por la cinta trasnportadora -que muchas veces podría llamarse cinta destructora, humificadora, o torcedora- ni me inmuto. Es mi venganza.Te han tratado mal: te lo mereces por haberme convertido las camisas nuevas en restos de serie. Por haberme robado horas a la visita relámpago a Milán. 
  • Y creo que los que las manipulan en los aeropuertos -no sé si máquinas o seres humanos- deben tener alguna cuenta pendiente con ellas, pues de lo contrario: ¿cómo se explica que en la ultramoderna T4 de Barajas tarden más en devolverte a la susodicha que la duración del propio vuelo? Ese tema me inquieta. A ver si esta noche logro conciliar el sueño ....